25 de abril de 2018

Buque Infante Don Jaime, después, Ciudad de Barcelona



El Infante D. Jaime nueva motonave para la Compañía Trasmediterránea 

(Publicado por Trameship)
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La construcción de este buque, de acuerdo con los planos que diseñó el ingeniero Estanislao Tintoré, fue contratada a los astilleros Cantieri Navale Triestino de Monfalcone (Italia) el 23 de abril de 1928 y su quilla fue puesta en grada el 15 de octubre de ese mismo año siendo la construcción 206 de los mencionados astilleros. El día 8 de junio de 1929 se procedió a su botadura con el nombre de Infante D. Jaime, en una ceremonia en la que actuó de madrina la señora Mercedes Garzolini, quien escribió la siguiente dedicatoria expuesta en el salón de Primera Clase:

“Dichoso buque que naciste destinado a ser guión entre nuestra amada España y las islas risueñas donde se perpetúan las hazañas y las bellezas de la Patria, yo te bautizo con el nombre de "Infante D. Jaime".

"Mis votos te acompañen para que las aguas que has de surcar jamás se alboroten y para que tu pujanza sea digna del apuesto Príncipe, cuyo es tu nombre; e invoco a favor tuyo la bendición del Cielo y la valentía de los hombres que te han de guiar, en la seguridad que el amparo de la invicta bandera roja y gualda tu navegación será siempre apacible y afortunada. Que la suerte de tus armadores vaya aumentando al unísono con los de este Astillero que te dio forma y vida y que la unión de los nombres Trasmediterránea-Cosulich forje un nuevo vínculo de amistad en las relaciones entre España e Italia. Y así, que Dios me oiga."

Era un buque de elegantes líneas marineras, bien proporcionado, con una chimenea de diseño muy acoplado a su estructura, y propulsado por dos motores Diésel Burmeister & Wain que le proporcionaban una velocidad de servicio de 16 nudos.

El 30 de agosto de ese mismo año se realizaron las pruebas oficiales en aguas de Trieste y, una vez finalizadas las mismas, el buque fue entregado a sus propietarios habiendo alcanzado una velocidad en pruebas de 17,5 nudos. Ese mismo día, al mando del capitán Antonio Dezcallar Montis y con Bernardo Seguí como primer maquinista, zarpó de Monfalcone rumbo a Barcelona, a donde arribó el 4 de septiembre quedando atracado en el Muelle España.

Al día siguiente se realizaron nuevas pruebas oficiales y en la noche del día 7 inició su viaje inaugural rumbo a Valencia, en cuyo puerto embarcaron para Palma el propio infante Don Jaime de Borbón, cuyo nombre ostentaba la motonave, y el presidente del Gobierno, Miguel Primo de Rivera, marqués de Estella. En la noche del día 8 se hizo a la mar con destino a Palma, llevando a bordo a los ilustres pasajeros.

El Infante Don Jaime escribió en el libro de honor del buque la siguiente dedicatoria:

“Al abrir este libro de firmas del primer buque bautizado con mi nombre, en mi primer viaje en que, representando a mi padre el Rey, me ha conducido a Baleares, a cuya línea se destina, quiero consignar mi sincero deseo de que sea feliz en todas sus travesías y enaltezca y honre el pabellón que abandera”.


Al amanecer del día 9, los vapores de la Compañía Trasmediterránea salieron del puerto, abarrotados de público, para recibir a los egregios viajeros. Salió en primer lugar el Ciudad de Palma (llamado después Ciudad de Alcudia), siguiéndole el Bellver, el Rey Jaime I en el que embarcó la banda de música de la Cruz Roja, y por último el Rey Jaime II, que llevaba la banda de música La Aldeana. Al llegar a la altura del cabo de Calafiguera, en el horizonte se divisó la silueta del Infante D. Jaime, que al encontrarse a su altura atronaron el aire con sus sirenas, dirigiéndose todos al puerto mallorquín.

A primera hora de la madrugada del día 12 salió con los ilustres viajeros con destino a Mahón, y de allí a Ibiza, adonde llegó el día 13 a las 11.30 horas, partiendo a medianoche con destino a Barcelona.
A partir del día 16 quedó adscrito a su servicio de correo marítimo, alternando con el vapor Rey Jaime I hasta que en abril de 1930 se produjo la incorporación de su gemelo Príncipe D. Alfonso.
El buque Infante D. Jaime alternó la línea regular con varios viajes de turismo, entre los que destaca uno realizado a Rosas el 22 de abril de 1930, y otro a Formentor el 27 de julio del citado año, con salida desde Barcelona y 500 pasajeros a bordo.

Con el advenimiento de la Segunda República en abril de 1931, fue rebautizado Ciudad de Barcelona
y su gemelo Príncipe D. Alfonso con el de Ciudad de Palma. A partir de entonces, alternó la línea de Baleares con la de Canarias, con escalas en Cádiz, Santa Cruz de La Palma, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria.

El Ciudad de Barcelona durante la Guerra Civil Española.

 El 18 de julio de 1936 llegó a Palma procedente de Barcelona y por la noche salió nuevamente con destino a la Ciudad Condal con un elevado número de pasajeros que embarcaron para asistir a la Olimpiada Internacional que se estaba celebrando en la capital catalana. A primera hora de la mañana el día 19, al enfilar la dársena del puerto de Barcelona, con intenso tiroteo en plena evolución, este buque hizo rumbo nuevamente a Mallorca, navegando con normalidad.


Cuando estaba próximo a la isla de la Dragonera recibió por radio del Ciudad de Tarragona la noticia de que en Mallorca también había estallado la revolución, por lo cual desvió nuevamente su rumbo a Barcelona y al llegar al antepuerto su capitán decidió refugiarse en Tarragona donde fue incautado por las autoridades locales. Luego participó en las operaciones de transporte de tropas a Ibiza y, en agosto de 1936, en el desembarco de la costa de Mallorca, efectuando, según parece, tres viajes desde Barcelona, así como alguno en la retirada de las fuerzas de Bayo. En octubre de ese mismo año realizó un viaje a varios puertos rusos del Mar Negro y a continuación, otros a Marsella y Argel para el transporte de voluntarios de las Brigadas Internacionales.

En uno de esos viajes, cuando navegaba desde Marsella a Valencia, a la altura de cabo Creus, y al mando del capitán Francisco Nadal, fue divisado por el submarino General Sanjurjo, con base en Sóller, y al mando del Capitán de Corbeta Pablo Suances Jaudenes. Este submarino, cedido por el gobierno italiano, era un buque ultramoderno, bautizado con el nombre de Torricelli tres años antes, estaba bien armado y era potente y veloz.


El submarino, a sabiendas de que el Ciudad de Barcelona iba desarmado, lo siguió tranquilamente y esperó el momento más idóneo para torpedearlo. Ese momento llegó a las seis de la tarde, frente a las costas de Malgrat. El capitán del Ciudad de Barcelona intentó una maniobra desesperada: embarrancar el barco en los fondos de Malgrat para salvar la tripulación y el pasaje. El General Sanjurjo lanzó un primer torpedo que falló, pero cuando el barco estaba sólo a unos cuatrocientos metros de la playa, le disparó un segundo torpedo que estalló en la sala de máquinas. El hundimiento fue casi inmediato. Se había abierto un boquete enorme y el barco escoró rápidamente y se hundió. Desde el momento de la explosión hasta que el mar se lo tragó transcurrieron unos dos minutos.

Algunas barcas salieron a recoger a los supervivientes, que fueron muy pocos, porque la rapidez del hundimiento determinó que el remolino de agua absorbiera a muchos de los que habían tenido la sensatez de arrojarse por la borda. El submarino siguió navegando en la superficie, y el primer torpedo acabó varando en Lloret de Mar.

El saldo de víctimas superó el de doscientos muertos, aunque algunas fuentes citan el de más de trescientos, entre los que se encontraba un grupo de aviadores extranjeros voluntarios que venían a servir en la zona republicana.

El Ciudad de Barcelona fue a apoyar dulcemente su quilla sobre un fondo de 30 metros.  A lo largo de los dos años que siguieron al naufragio, el mar iba desprendiéndose de cadáveres putrefactos. Algunos de ellos eran senegaleses.


El diario ABC, de Madrid, en su edición del 1º de junio de 1937, describía en estos términos el hundimiento del Ciudad de Barcelona:

“En el Ciudad de Barcelona iban 312 pasajeros. De la tripulación han desaparecido cuatro: dos maquinistas, un engrasador y un camarero. De los pasajeros sólo se han salvado 125. El torpedo entró por la bodega número tres y alcanzó a la línea de flotación. El buque se hundió en tres minutos. Al torpedeamiento siguió una fuerte explosión. El buque navegaba dentro de las aguas jurisdiccionales. Uno de los hidros que escoltaban el buque amaró inmediatamente, consiguiendo salvar a parte de la tripulación, que se había arrojado precipitadamente al agua, mientras otros hidros persiguieron al submarino, orientándose por la estela del mismo y arrojándole gran cantidad de bombas, no pudiéndose precisar si fue alcanzado.  Al darse cuenta de la catástrofe todo el personal marítimo de Malgrat y parte de los elementos oficiales de la población se lanzó al mar utilizando embarcaciones ligeras, logrando salvar a la mayor parte de la tripulación, que constaba de 60 personas, algunas de las cuales estaban heridas como consecuencia de la explosión. Han sido hospitalizadas unas en Calella y otras trasladadas a Barcelona, al Hospital General y Clínico de la Merced. De la tripulación hay cuatro desaparecidos. El buque lo mandaba el capitán D. Francisco Nadal, que es uno de los supervivientes de la catástrofe. El primer oficial fue salvado por un marino del buque náufrago en el momento que era arrastrado por éste al hundirse”.

Hubo varios intentos para reflotar el Ciudad de Barcelona, pero resultaron infructuosos. La primera tentativa se hizo aún durante la guerra, pero fracasó debido a la imposibilidad de taponar el gran boquete que originó la explosión del torpedo. Los buzos se limitaron a extraer de su cargamento lo que se pudo, tanquetas, neumáticos, motocicletas, lingotes de estaño, barriles con monedas de cobre sin acuñar, grandes piezas de tejidos de algodón para uso militar, alimentos en conserva, etcétera, y finalizada la guerra se intentó de nuevo su reflotamiento, también sin resultado. De sus bodegas se extrajo entonces cuanto se pudo del resto de la carga que quedaba y en esas operaciones de rescate perecieron dos buzos.
Muchos años después, el casco del Ciudad de Barcelona fue dinamitado y se recuperaron varias partes, aunque la quilla, cuadernas y parte del codaste permanecen en el fondo.

By  Sebas Bauzá

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